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12 ¿Acaso no valen más los ríos de Damasco, el Abaná y el Farfar, que todas las aguas de Israel? ¿Y no podría haberme bañado en ellos para quedar limpio?

Naamán dio media vuelta y se marchó enfurecido. 13 Pero sus servidores se acercaron y le dijeron:

— Padre, si el profeta te hubiera mandado algo extraordinario, ¿no lo habrías hecho? Pues con más razón cuando sólo te ha dicho que te bañes para quedar limpio.

14 Entonces Naamán bajó al Jordán, se bañó siete veces, como le había mandado el profeta, y su carne quedó limpia como la de un niño.

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